Un capítulo interesantísimo de la historia de las encuestas de opinión lo constituyen las "votaciones particulares". Estas consistían en una especie de simulacro del acto electoral realizadas con el fin de obtener de antemano, o sea antes del día del escrutinio, datos sobre lo que ocurriría. El sueño de la profecía.
Hay que decir, sin embargo, que algo un tanto similar a lo que detallaremos seguidamente se hace aún hoy por parte de las empresas y consultoras de opinión pública, pues en muchas ocasiones las encuestas preelectorales incluyen, en su tramo final el pedido de que el entrevistado tome un sobre -entregado por el encuestador- y realice fuera de la vista de éste una elección entre varias boletas que le fueron otorgadas.
Generalmente el sobre, cerrado, se coloca en una urna o en otro sobre más grande. Pero la diferencia es que esta información se contrasta con la obtenida en la encuesta, que sí tiene rigor científico, si es que estamos hablando de una institución seria.
Bueno, las votaciones particulares eran unas votaciones medio de entrecasa, un poco al revoleo que encargaban algunos diarios norteamericanos hambrientos de primicias.
Las primeras fueron realizadas por los diarios Harrisburg Pensylvanian y Raleigh Star y fueron de carácter local. Los procedimientos, caracterizados por no poseer rigor metodológico eran tales como completar un formulario del periódico con el nombre de la persona que se iba a votar y luego enviarlo por correo a la redacción, realización de encuestas por correo y hasta una "votación" con urnas y todo realizada en algunas calles concurridas.
Precisamente, y a causa de la mencionada falta de rigor, las votaciones particulares constituyeron un paso importante el el origen de las encuestas de opinion porque fueron un terrible fracaso. En el siglo XX las más conocidas fueron las de una revista, Literary Digest, que en 1936 y luego de gastar mucho dinero en enviar por correo y procesar los datos de 2.000.000 de encuestas predijo equivocadamente que ganaría el candidato republicano. George Gallup, Elmo Roper y Archival Crossley anunciaron, luego de encuestar a no más de 5.000 personas que Eleanor Roostvelt ganaría. Y no se equivocaron. Gallup y sus amigos inauguranon la epoca de los sondeos de opinión que empleaban muestreos representativos ajustados con cuotas de nivel socioeconómico, sexo de los entrevistados y rangos de edad. Esto, con algunas variantes, es lo que se realiza en la actualidad. El impacto que produjo el fracaso de Literary Digest y el éxito de Gallup y compañía llevó al conocimiento del gran público y a una aceptación general el empleo de encuestas de opinión por muestreo, a pesar de que en investigación de mercado ya se empleaban.
En poco tiempo, como era de esperar, tanto en Estados Unidos como en Europa surgió una serie de instituciones privadas y estatales cuya tarea principal o exclusiva era la realización de encuestas de opinión empleando procedimientos muestrales.